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Evaluación del TEA

 

La evaluación ha de ir dirigida a recoger la mejor y mayor información posible, cualitativa y cuantitativa para poder un perfil adecuado de desarrollo individualizado en todas las áreas.

 

Para ello, hay que tener en cuenta todos aquellos instrumentos que sirvan para obtener información, ya sean pruebas estandarizadas, escalas de observación, pruebas de aspectos específicos, etc.

 

Además, la evaluación debe incluir aspectos que, de alguna manera, puedan influir en la etiopatogenia, desarrollo y pronóstico del niño; tal como el entorno infantil, incluyendo la familia, la escuela y el historial médico.

 

Los procedimientos de evaluación más frecuentes son los siguientes:

1. Historia clínica:

A) Entrevista clínica con los padres.

B) Informes escolares.

C) Informes médicos.

2. Escalas de observación de conductas:

A) Escalas sobre conductas, como PEP. CARS y para el diagnóstico del autismo.

B) También, hay que medir las variables fundamentales del desarrollo:

a) El lenguaje.

b) El juego.

c) Las habilidades sociales.

C) El CI: mediante pruebas estandarizadas dependientes del nivel de desarrollo infantil.

3. Análisis funcional de conducta

 

A) Nos dota de información individual, tanto de la conducta del niño como de sus contingencias ambientales concretas.

 

Intervención

     

Se ha demostrado gratamente, que los tratamientos psicopedagógicos que se llevan a cabo con el niño autista funcionan. Por lo tanto, la integración del niño autista es una realidad.

        A la hora de diseñar la intervención, hay que tener en cuenta todos los datos obtenidos en la evaluación y dos factores sin los cuales la intervención fallará. Estos factores son:

 

1. La estructuración de la intervención, de modo riguroso, debe plantearse la definición exhaustiva de todos los elementos integrantes del proceso aprendizaje-enseñanza: evaluación inicial y continua; metodología adaptada a las madureces, capacidades y competencias; recursos personales materiales y fucionales adecuados; la temporalización y los espacios; etc. Si la planificación es buena, se obtendrán mejores resultados.

 

2. La coordinación de todas las personas que, de un modo u otro, son partícipes de la educación del niño autista.

 

El programa de intervención

 

Los objetivos de la intervención deben estar guiados por criterios de relevancia, adaptación al desarrollo normal, funcionalidad y validez social. Además, la intervención debe ir dirigida a los dominios deficitarios del niño, que son el lenguaje y la interacción social.

 

El docente, a parte del papel fundamental que desempeña, debe conseguir que el niño autista lo acepte como tal.

Por eso, debe partir de una asunción de principios educativos comunes, con una atención individualizada que parta del conocimiento profundo de cada niño. Con lo cual, se ve imposible la realización de “paquetes educativos” general para todos los niños autistas.

 

Agentes educativos

 

1. La escuela: Tradicionalmente los niños autistas han estado en centros privados; pero, tras el cambio legislativo en educación, han ido entrando en la escuela pública de manera sistemática.

Las distintas posibilidades de integración-inclusión en esta escuela cuenta con ventajas e inconvenientes y dependerá, en gran medida, de las características del niño y del centro escolar.

 

2. Los padres: Puesto que los padres desempeñan un papel fundamental en la educación, debemos motivarlos, y en algunos casos, quitarles la sensación de culpabilidad que tienen al sentirse responsables del patrón anormal de interacción que el autismo instaura dentro de la familia.

Por otra parte, la participación que pueden desarrollar hay que señalarla en dos niveles:

 

a) En el Hogar: Cuando no funcionan las estrategias de aprendizaje-enseñanza informal, los padres, se quedan sin repertorio conductual de interacción, creando problemas motivacionales.

Por lo tanto, debemos trabajar la probable culpabilización que sufren y evitar las conductas extremas: la sobreprotección y el rechazo.

 

b) Técnicas que se empleen con el niño, tanto para favorecer la generalización de aprendizajes, como para que puedan manejar conductas que aparezcan específicamente en el hogar.

Trastornos del Espectro Autista

- TEA -

Concepto

 

     A la hora de definir el autismo, desde sus primeras aproximaciones, siempre ha existido la dificultad evidente de conceptualización y etiquetado diagnóstico, por el hecho de ser un síndrome y de compartir patrones conductuales con otros. La Sociedad Americana de Psiquiatría (DSM-IV), no hace nada, lo consideraba como un Trastorno Generalizado del Desarrollo,caracterizado por  una perturbación grave y generalizada de varias áreas del desarrollo: habilidades para la interacción social, habilidades para la comunicación o la presencia de comportamientos, intereses y actividades estereotipados.

     Actualmente, la Sociedad Americana de Psiquiatría, en su DSM-5, lo agrupa junto otros (Asperger, Rett, etc.), con el nombre de Trastornos del Espectro Autista (TEA), dentro de los Trastornos del Neurodesarrollo, incluido en el grupo de las afecciones con inicio en el período del desarrollo. Según el DSM-5, el Trastorno del Espectro Autista se caracteriza por:

     A. Deficiencias persistentes en la comunicación social y la interacción social en múltiples contextos, incluidos los déficits de la reciprocidad social, los comportamientos comunicativos no verbales usados para la interacción social y las habilidades para desarrollar, mantener y entender las relaciones.

     1. Las deficiencias en la reciprocidad emocional varían; por ejemplo, desde un acercamiento social anormal y fracaso de la conversación normal, pasando por intereses, emociones o afectos compartidos, hasta el fracaso en iniciar o responder a interacciones sociales.

     2. Las deficiencias en las conductas comunicativas no verbales utilizadas en la interacción social varían; por ejemplo, desde una comunicación poco integrada, pasando por anomalías del contacto visual  y del lenguaje corporal o deficiencia en la comprensión y el uso de gestos, hasta una falta total de de expresión facial y de comunicación no verbal.

     3. Las deficiencias en el desarrollo, mantenimiento y comprensión de las relaciones varían; por ejemplo, desde dificultades para ajustar el comportamiento en diversos contextos sociales, pasando por dificultades para compartir juegos imaginativos o para hacer amigos hasta la ausencia de interés por otras personas.

     B. Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades que se manifiestan en dos o más de los siguientes puntos, actualmente o por los antecedentes.

     1. Movimientos, utilización de objetos o habla estereotipados o repetitivos; por ejemplo, estereotipias motoras simples, alineación de juguetes o cambio de lugar de objetos, ecolalia, frases idiosincrásicas.

     2. Insistencia en la monotonía, excesiva inflexibilidad de rutinas o patrones ritualizados de comportamiento verbal y no verbal; por ejemplo, gran ansiedad frente a cambios pequeños, patrones de pensamiento rígidos, rituales de saludo, necesidad de tomar el mismo camino o de comer los mismos alimentos cada día.

 

     3. Intereses muy restringidos y fijos que son anormales en cuanto a su intensidad o foco de interés; por ejmplo, fuerte apego o preocupación por objetos inusuales, intereses excesivamente circunscritos o perseverantes.

 

     4. Híper o hiporreactividad a los estímulos sensoriales o interés inhabitual por aspectos sensoriales del entorno; por ejemplo, indiferencia aparente al dolor por temperatura elevada, respuesta adversa a sonidos o texturas específicos, olfateo o palpación excesiva de objetos, fascinación visual por la luces o el  movimiento.

 

     C. Los síntomas deben estar presentes en las primeras fases del desarrollo, pero pueden no manifestarse totalmente hasta que la demanda social supera las capacidades limitadas.

     D. Los síntomas causan un deterioro clínicamente significativo en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento habitual.

     E. Estas alteraciones no se explican mejor por la discapacidad intelectual o por el retraso global en el desarrollo.

     En esta nueva clasificación del DSM-5 se realiza un diagnóstico más descriptivo a través del uso de especificadores de la gravedad en el momento del diagnóstico.

  • Con o sin déficit intelectual acompañante.

  • Con o sin deterioro del lenguaje acompañante.

  • Asociado a una afección médica o genética.

  • Asociado a otro trastorno del neurodesarrollo, mental o del comportamiento.

 

     La etapa en el que el deterioro funcional llega a ser obvio variará según las características del individuo y su entorno, de la gravedad de la afección autista, el nivel de desarrollo y la edad cronológica; de ahí el término espectro.

     Extractando, se pueden seguir tomando como base los siguientes indicadores:

 

  • Alteraciones cualitativas en la relación interpersonal, de modo que presentan comportamientos verbales y no verbales alterados, así como graves dificultades para establecer interacciones sociales.

 

 

  • Alteraciones de la comunicación. En términos lingüísticos esta alteración puede manifestarse en la ausencia o retraso de lenguaje, o en una inadecuada utilización del mismo; es decir, sin fines comunicativos. Entre las alteraciones de la comunicación también se incluyen la ausencia de juego.

 

  • Presencia de patrones conductuales repetitivos y estereotipados.

 

     Este trípode de dificultades aparecen antes de los 30 meses.

 

  • Las causas del autismo: Clásicamente, se consideró que la causa del autismo era afectiva. En la actualidad, pocos consideran plausible esta posibilidad; sin embargo, sigue habiendo herederos provenientes de la etiología que, aunque con ciertos matices, explican el autismo como un “conflicto motivacional agudo”, aunque no descartan los aspectos orgánicos o genéticos.

 

     En las investigaciones más “orgánicas” se han encontrado diversas alteraciones en niños autistas, aunque no en todos:

 

  • Presencia de daños cerebrales.

  • Episodios epilépticos.

  • Alteraciones en diversas estructuras del SNC.

  • Etc.

 

     En el plano genético, es más probable la existencia de autismo en familias en las que ya ha aparecido, aunque no con una probabilidad, lo suficientemente alta, como para establecer un patrón de transmisión hereditaria.

 

     Dado el desconocimiento que hay, hoy por hoy, sobre las causas del autismo, debemos movernos principalmente por hipótesis. En el campo de la Psicología, por ejemplo, la hipótesis que genera mayor acuerdo, es la de un déficit cognitivo básico y central referido, principalmente, a las capacidades de simbolización, lo cual explica los problemas en áreas tan distintas como el juego y el lenguaje.

 

  • Descripción de las alteraciones y desarrollo del niño autista:

 

Siguiendo la estructura de la definición que da la DSM–5 (Sociedad Americana de Psiquiatría), dividimos las alteraciones características del autismo en:

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     En cuanto a las pautas evolutivas, el pronóstico depende principalmente de dos variables: el CI (coeficiente intelectual) y el nivel de lenguaje adquirido.

     La mayoría de los niños autistas presentan un déficit intelectual, si se les compara con las personas no autistas de igual edad cronológica. No obstante, aunque el CI se encuentre por debajo del normal, hay que ir más allá y precisar que los procesos  ejecutivos de estos niños no siguen líneas homogéneas en los distintos subtests que señalan la disarmonía evolutiva o anomalías cualitativas de la inteligencia.

 

     En las pruebas verbales y de secuenciación no verbal, se puede apreciar un retraso significativo, hasta el punto que este hecho se ha convertido en uno de los patrones más característicos del autismo. Por eso, y debido a los problemas de compresión del lenguaje y de interacción, al medir el CI es posible encontrar más casos de retraso mental de los reales. Por lo tanto, se pueden observar grandes diferencias entre niños autistas con un gran CI y otros con deficiencia mental, aunque compartan déficits sociales de otra índole, tales como hiperselectividad estimular, deficiencias neurológicas, etc.

 

     En cuanto al desarrollo, siempre teniendo en cuenta que no hay dos niños autistas iguales, el período de mayor virulencia se encuentra entre los 2 y los 5 años, y que, con posterioridad a esas edades, las dificultades suelen, en mayor o menor medida, verse mejoradas. Lo que está claro es que, en igualdad de condiciones, una intervención temprana mejora notablemente las capacidades infantiles.

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